Nuestro futuro comiendo insectos
¿Te resulta desagradable hablar de comer insectos? Seguramente sea porque vives en occidente. Para unas 2.000 millones de personas, los insectos forman parte de su alimentación habitual.
Y si lo piensas bien, es probable que asociado a tu cultura haya algún tipo de insecto o similar en tu dieta.
E incluso parte de tu comida habitual (como verduras o incluso el lúpulo usado en la cerveza) contiene según la FDA trazas de insectos de lo más variado.
Según las Naciones Unidas, introducir insectos en nuestra pirámide alimenticia es una buena idea para afrontar la realidad: la demanda de alimentos proteicos en las dietas no solo no disminuirá en las próximas décadas sino que crecerá impulsado por el aumento de población y desarrollo de la clase media en gigantes como China o India. Para 2050 está previsto alcanzar los 9.000 millones de habitantes y se requerirá doblar la producción mundial de alimentos.
¿Estás preparado para ver más presencia de insectos en tu dieta? Te explicamos por qué y cómo puede ser nuestro futuro comiendo insectos.
Comer insectos, una cuestión de dónde has nacido
En ciertos países, el consumo de insectos está perfectamente normalizado. En el Congo, una familia media consume 300 gramos de orugas a la semana, solo en la capital. Al año esa cantidad se transforma en 96 toneladas de orugas en la ciudad más importante y poblada del país.
Sin embargo, el mercado donde la gastronomía asociada a los insectos es más poderosa es en México y el sur de Asia. En esta última zona no solo hay nativos alimentándose de diferentes especies como en África sino que han hecho de esa particularidad una atracción turística con una oferta de más de 150 especies.
l uso de insectos dentro de la gastronomía es algo asociado a la cultura de los pueblos. En América y África era algo habitual (y lo sigue siendo en muchos países africanos) entre los nativos, pero la llegada del conquistador occidental impuso esa práctica como algo básico asociado a un no desarrollo.
En otros casos, como en ciertos pueblos de Mali, la solución al problema de falta de proteinas en la dieta de niños se suplía con insectos que ellos mismos cazaban, pero la proliferación de grandes extensiones de cultivos y el uso de pesticidas para protegerlos, ha acabado mermando la población de saltamontes y previniendo a los nativos de cogerlos para alimentarse por miedo a su posible contaminación.
Los insectos, con un million de especies conocidas, suponen la mitad de los organismos vivos clasificados. De todos ellos, unas 1.900 especies son consumidas en alguna parte del mundo. Los más usados según el informe de las Naciones Unidas son las orugas y los escarabajos, que suponen la mitad del consumo mundial total de insectos. Le siguen las abejas, avispas y hormigas, que suponen un 14% del total.
¿Son los insectos el alimento perfecto?
Si tenemos en cuenta las palabras de Eva Muller de la FAO, en informe presentado por las Naciones Unidas el año pasado, los insectos son un alimento muy adecuado para la alimentación humana así como la del ganado, tanto desde el punto de vista nutricional (buena fuente de energía, proteinas, fibra o minerales) como de sostenibilidad en la producción y lo que podría suponer para zonas en desarrollo el cultivo y tratamiento en masa de insectos, el cual requiere de menos tecnología asociada.
Una de las claves que repiten las voces a favor de la llegada masiva de los insectos a la dieta occidental está en la cantidad de alimento que se requiere para generar el producto comestible. Una vaca necesita 8 kg de comida para engordar 1 kg. En el caso de los insectos, un grillo, del que se aprovecha como alimentación el 80% de su cuerpo (frente al 40% de la vaca), requiere 1.7 kg de comida para producir 1 kg de carne.
Y es además una fuente muy atractiva nutricionalmente. Mientras la carne de ternera contiene 6 mg de hierro por cada 100 gramos, algunas variedades de insectos alcanzan hasta 20 mg por cada 100 gramos.
El impacto ambiental entre producir carne de ganado o de insectos también es considerablemente diferente. La producción de gases de efecto invernadero o residuos es menor en el caso de los insectos, así como también es más reducida la superficie necesaria para la producción y el riesgo de transmitir enfermedades a humanos.
No se trata de hacernos todos vegetarianos de golpe pero sí de reducir considerablemente el consumo de carne para conseguir un planeta sostenible.
Las granjas de insectos, algo ya establecido
No suelen salir en las noticias ni nos damos seguramente cuenta de que están ahí. Pero las granjas de insectos son algo habitual en la industria alimentaria actual, aunque hasta hace poco tiempo, exclusivamente asociado a la producción de alimentación para animales.
Una de las pioneras y más importantes es Kreca, la productora principal en Europa y que fue creada en 1978. En ella se producen más de 12 especies de insectos diferentes cuyo destino principal es la industria de alimentación animal. Pero también forma parte del grupo de 3 empresas que cuentan con la aprobación de la autoridad sanitaria holandesa (nVWA) para producir insectos destinados a la alimentación humana.
En Kreca actualmente solamente el 5% de su producción va destinada para consumo humano, y toda ella se gestiona de forma congelada. En el caso de las especies destinada para alimentación animal, se realiza en un 95% directamente con los insectos vivos.
Para la producción de los grillos ha de mantenerse una temperatura de entre 25 y 30 grados. En el caso de la producción de cucarachas, el periodo de producción es el más largo de todos, unas 12 semanas.
Otras especies como el gusano de la harina son más eficaces a la hora de producirlas en granjas ya que ellas mismas son capaces de regular la temperatura adecuada para su crianza.
Algunas de estas granjas de insectos se encargan de proveer de materia prima a restaurantes que ofrecen insectos en parte de su carta, a proyectos de comida basada en insectos como DonBugito, o incluso a empresas que venden en tiendas y su propia web insectos para alimentación humana. Una de las más conocidas es Grub.
En EEUU hay un negocio creciente de granjas. Dos de las más importantes son Tiny Farms o Big Cricket Farms, que por ahora produce grillos congelados para otras industrias. Su producción es de unos 3.700 kg de insectos al mes, pero ya trabajan para triplicar esa cantidad.
Pero es en Europa donde el uso de insectos en la alimentación humana va más deprisa. Países como Holanda o Suiza lideran el cambio de normativa en Europa para que los insectos puedan ser comercializados al igual que cualquier otro alimento.
En Bélgica ya se aprobó el año pasado la comercialización de 10 especies de insectos para alimentación humana gracias a una ley promovida por la agencia de seguridad alimentaria belga (AFSCA). No cuenta todavía con el visto bueno de las autoridades europeas pero la normativa sigue adelante y solo exige buenas prácticas que aseguren la higiene, trazabilidad, etiquetaje y un sistema de autocontrol. De allí es precisamente la primera empresa que comercializó en tiendas productos basados en insectos: Green Kow.
No parecen insectos pero lo son
Si comer insectos de la manera tradicional no va contigo, hay más opciones. Las más exitosas, algunas en proyecto de salir al mercado como Crobar (barrita de proteínas hecha con fruta, frutos secos y harina de grillos), se basan en productos manufacturados con la base de harina de diferentes insectos.
Con esa misma idea y partiendo de grillos cocinados fabrica sus galletas y postres la empresa Bittyfoods. Su creadora, Megan Miller, está convencida de que con la inclusión de este tipo de alimentos “clásicos” pero con base procedente de insectos se está iniciando una revolución que lleve a una aceptación popular del consumo de insectos en la dieta habitual. Los argumentos de sus galletas son potentes: el doble de proteínas y la mitad de azúcar que una galleta tradicional.
Como dice Miller, el objetivo principal de estos preparados es conseguir que los humanos consuman insectos pero evitando que piensen que lo están haciendo. Es uno de los desarrollos que llevan a cabo en un proyecto financiado con unos 5 millones de euros por la Unión Europea en Reino Unido. PROteINSECT . Por ahora se centran en medir la aceptación de los ciudadanos a que lo insectos entren en la cadena alimenticia, algo que ya es una realidad pero no conocida. Un ejemplo: el 70% de los encuestados dentro de este proyecto aceptaban que los animales que posteriormente iban a consumir hubieran sido alimentados parcialmente con insectos.
Los problemas de una alimentación basada en insectos
Nos planteábamos más arriba si los insectos son el alimento perfecto. A nivel nutricional e incluso de producción podría serlo, pero hay otros factores que deben tenerse en cuenta según los expertos. El más importante tiene que ver con la seguridad. En una industria alimentaria minuciosamente controlada con trazabilidad en toda la cadena de producción, las granjas de insectos plantean retos que se deben solucionar tanto a nivel de legislación como tecnológico.
Pero incluso hay un aspecto más problemático relacionada con la cultura y la educación. No en todas las partes del mundo el consumidor está preparado para moverse en la dirección de una alimentación proteica basada en insectos.
A estos dos obstáculos para la alimentación con insectos hay que sumar un reciente estudio que pone en entredicho algunas de las afirmaciones generales que hacen desde la FAO. Los responsables del estudio son Mark Lundy y Michael Parrella, investigadores de la Universidad de California, los cuales han publicado unos resultados que indican que la producción de insectos con alto valor nutricional requiere una alimentación de calidad y cara en muchas de las especies que se están posicionando como la panacea para el futuro de la alimentación mundial.
En sus pruebas analizaron la eficiencia en la conversión de proteínas entre el pollo y el grillo común. Las buenas cifras que otorgaba el estudio de las Naciones Unidas a los insectos solo es posible con una alimentación de máxima calidad. Conforme se bajaba la calidad del mismo, el crecimiento de esos grillos era insuficiente hasta el límite de provocar su muerte.
¿Estás preparado para comer insectos?