El virus MERS
El virus del MERS está saliendo a la luz en los medios de comunicación. ¿Qué hace? ¿De dónde ha salido? ¿Qué es? ¿Tendría que preocuparme por él? La respuesta a estas preguntas pasa por una palabra: precaución.
Los medios de comunicación llevan unos días haciéndose eco de una nueva epidemia: el MERS. Denominado así por ser un síndrome respiratorio cuya descubrimiento y mayor incidencia se ha dado hasta ahora en oriente medio. Las últimas noticias hablan de varias decenas de muertes y casi 2.500 personas en cuarentena. Los números no parecen tan alarmantes como en otros casos. Sin embargo, la organización mundial de la salud aconseja precaución ¿Estamos ante un nuevo ébola? ¿Debemos preocuparnos por este virus? ¿Qué puede pasarnos si nos contagiamos? Vamos a hablar de ello.
Qué es el MERS y qué hace
El Middle East Respiratory Syndrome, como explica el nombre, es un síndrome respiratorio parecido a la gripe en sus síntomas: tos, fiebre, malestar general, problemas gastrointestinales y alguna cosa más. El problema es cuando todo este cuadro se complica, causando neumonía, problemas severos respiratorios, fallo multiorgánico, shock séptico y, en consecuencia, la muerte. La letalidad del virus que provoca el MERS es de entre el 30 y el 40%. El síndrome es causado por un coronavirus, un tipo de virus asociados normalmente con la gripe, pero cuya cepa se parece bastante al SARS. Aunque no sabemos demasiado, todavía, sobre él, sabemos que es bastante virulento, que se puede transmitir por contacto cercano y, sospechamos, también a través de los animales, en un proceso llamado zoonosis.
Esto ha sido investigado en varios laboratorios, donde hemos observado que el virus del MERS es capaz de contagiar tanto células humanas como células de cerdo y células de murciélago. De hecho, se cree que los murciélagos del género Pipistrellus, al que pertenecen los murciélagos comunes, podrían ser un reservorio, es decir, un lugar donde el virus se mantiene activo, funcionando como un posible foco de infección. Por otra parte, algunos informes indican que el virus ha podido transmitirse a partir de los fluidos de los camellos. Por ahora no se ha confirmado, pero es una posibilidad. El MERS, como otros coronavirus, probablemente tenga una estructura con ciertas similitudes al ARN que le permite reproducirse “secuestrando” la maquinaria celular. Su tasa de mutación e intercambio de genes no es especialmente alta, pero eso no quita para que nos preocupe. La razón principal es que todavía es un gran desconocido.
Ante todo, precaución
La Organización Mundial de la Salud ha informado a los países de que no existen razones para levantar las alarmas ni montar dispositivos especiales. La única prevención sugerida es el aislamiento de los casos sospechosos y medidas de higiene normales para los viajeros. Mientras que algunos no le dan importancia a la pequeña epidemia, otros medios parecen estar buscando un nuevo “ébola” del que hablar. La posición más sabia en este caso es precisamente la que promueve la OMS: nada de alarmismo, pero no quitemos el ojo. Con apenas unas docenas de fallecimientos muy localizados, virus no impresiona en absoluto. Sin frivolizar, pero el ébola lleva a la espalda varios miles de vidas y aún así no se puede comparar con algunas de las grandes pandemias de la historia. Pero esa no es una razón para dejar de preocuparnos. Los virus en general tienen una tasa muy alta de replicación; también de mutación; por si esto fuera poco, pueden intercambiar parte de su genoma, lo que les permite adquirir características nuevas.
¿Qué pasa si una de estas características adquiridas le aporta una mayor letalidad? ¿O mayor virulencia? Existen numerosas barreras que nos protegen de esto. Pero a favor de los virus juegan los números y estadísticas, ya que se reproducen por billones. Además, el MERS CoV, en particular, parece tener la capacidad de resistir en animales, lo que lo hace aún más difícil de combatir. Sin embargo, esto tampoco es una razón para alarmarnos. Estas mismas premisas valen para muchísimos otros virus y sin embargo, aquí estamos. Aunque el virus parece muy contagioso, no se han dado brotes especialmente virulentos. Además, la rapidez con la que actúa es otra “medida de seguridad” para que no se expanda. Cuanto menos tiempo permanezca en un ser vivo, menos oportunidades tiene de transmitirse. Esto, de hecho, ocurre con el Ébola, que actúa muy rápido, pero no con la gripe, la cual permaneces días o semanas y tiene muchas más oportunidades de transmitirse. En general, la principal razón para preocuparnos es el poco conocimiento que tenemos sobre él.
Aunque intuimos su mecanismo de acción y además hemos conseguido saber mucho más de él gracias a los estudios previos del SARS, lo cierto es que todavía es un gran desconocido. En palabras de Enrique Royuela, virólogo y experto en mecanismos de infección de virus humanos, explicaba que “el problema de este tipo de virus emergentes es que realmente no sabemos hasta dónde pueden llegar”. Esto se debe principalmente, como decíamos antes, a su capacidad de evolucionar en un aspecto que puede resultar muy negativo para el ser humano. Sin embargo, la precaución por parte de los medios es también necesaria. Tomar un tema con alarmismo para luego olvidarse de él como si no hubiese ocurrido es un paso seguro a condenar una investigación. Lo que sabemos del SARS nos ha ayudado a conocer más sobre el MERS. Sin embargo, los trabajos sobre este otro virus ya no son tan prolíficos como antes. Eso se debe, en parte, al descenso del interés social. Pero las investigaciones requieren de tiempo y dinero. Solo así podemos estar preparados para una contingencia mayor. Así que la única opción es ser precavidos, tanto a la hora de alarmarnos como a la hora de tomar el MERS a la ligera. Y también estar atentos. Solo así podremos enfrentarnos a lo que ocurra.